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RECORRIENDO EL PUEBLO


A diario me gustaba dar una caminata vespertina por el pueblo.

Esa tarde en particular descubrí, sobre un poste desnudo y adornado por jirones de lo que alguna vez fuera una bolsa, un hermoso pájaro chiquito y regordete, parecía que tenía el pecho henchido de orgullo debido a su vibrante color anaranjado. Se sentía el dueño del lugar, posaba con firmeza sus frágiles patitas sobre el palo y miraba a los lados altivamente.

Todo lo que mis ojos veían esa tarde era ese ave. El tiempo parecía haberse detenido, me sentía hipnotizada.


Después de un momento continué caminando, se estaba poniendo fresco y me di cuenta de que el día había pasado muy rápido. El sol se estaba ocultando y daba su paso a la luna para que intentase ser la protagonista. Se asomaba lentamente entre la copa de los árboles, como pidiendo permiso. Y en el momento indicado, quedó allí, entre las ramas desnudas de aquel abeto, soberbia y segura, iluminando mi regreso apresurado.

Al entrar en la casa lo primero que cruzó mi mente fue sentarme a disfrutar de un té caliente y seguir disfrutando de la bella luna a través de los cristales de mi ventana, y pensando qué nuevo descubrimiento me esperaba al día siguiente.


Flavia Rago, Julio de 2016

Imágenes ©María Pía Corral

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