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RECORRIENDO EL PUEBLO


A diario me gustaba dar una caminata vespertina por el pueblo.

Esa tarde en particular descubrí, sobre un poste desnudo y adornado por jirones de lo que alguna vez fuera una bolsa, un hermoso pájaro chiquito y regordete, parecía que tenía el pecho henchido de orgullo debido a su vibrante color anaranjado. Se sentía el dueño del lugar, posaba con firmeza sus frágiles patitas sobre el palo y miraba a los lados altivamente.

Todo lo que mis ojos veían esa tarde era ese ave. El tiempo parecía haberse detenido, me sentía hipnotizada.


Después de un momento continué caminando, se estaba poniendo fresco y me di cuenta de que el día había pasado muy rápido. El sol se estaba ocultando y daba su paso a la luna para que intentase ser la protagonista. Se asomaba lentamente entre la copa de los árboles, como pidiendo permiso. Y en el momento indicado, quedó allí, entre las ramas desnudas de aquel abeto, soberbia y segura, iluminando mi regreso apresurado.

Al entrar en la casa lo primero que cruzó mi mente fue sentarme a disfrutar de un té caliente y seguir disfrutando de la bella luna a través de los cristales de mi ventana, y pensando qué nuevo descubrimiento me esperaba al día siguiente.


Flavia Rago, Julio de 2016

Imágenes ©María Pía Corral

EL ÁRBOL MÁGICO


Una tarde paseando por el río, deleitándonos con el paisaje, encontramos ese árbol. Era llamativo en su figura: ramas entrelazadas formaban un nudo apretado. Su piel rugosa parecía de terciopelo. Estaba solo, apartado del resto. Parecía el rey, al que todos rendían pleitesía.

Al atardecer, brillaba de un modo especial y sus hojas se alegraban, meciéndose con la brisa suave.

Irradiaba una energía sanadora, daban ganas de quedarse bajo su cobijo eterno. Ser parte de él sintiéndonos una de sus ramas, muchas de sus hojas.

Nos sentamos junto a él muy cuidadosamente, tratando de no perturbar su belleza, y suavemente nos adentramos en un profundo sueño reparador y feliz. Logramos así, ser parte de él. Fue como sentir el abrazo de una madre, un abrazo reconfortante y conciliador.

Esa fue una mágica tarde, y de ese árbol tan especial no nos olvidamos jamás.


Flavia Rago, Junio de 2016
Imagen ©Pablo Rodríguez

INEVITABLE ATRACCIÓN


Ella no sabía qué lo aquejaba, cuál era el motivo por el cual nunca lo veía fuera, todo el tiempo detrás de esa ventana, siempre observando fijamente.
A su vez, él la miraba embelesado, adoraba su caminar, anhelaba sus caricias, extrañaba su olor, aunque nunca lo hubiera sentido. Toda ella estaba en su imaginación y se sentía preso de su imagen.

Ella ignoraba lo que él escondía, él guardaba celosamente su secreto por vergüenza, lloraba en silencio su desgracia.

A causa de su miedo ella estaba paralizada. Nunca se animaría a golpear a su puerta para saciar la curiosidad y él nunca sentiría su aliento fresco cerca de su boca por su cobardía.

Así transcurrirían sus días inevitablemente, porque lo que él no quería que supiese era que por una maldita guerra estaba postrado en una silla de ruedas.


Flavia Rago, Junio de 2016
Imagen ©Pablo Rodríguez